Monasterio que perteneció a los frailes de la Orden Calzada de la Santísima Trinidad. Construido a partir de una antigua ermita de origen románico y que a lo largo de los siglos ha ido sufriendo diversas transformaciones hasta llegar a su estado actual. La advocación del monasterio está dedicada a Cristo como Salvador del mundo y no a San Salvador como su nombre indica y la tradición popular así lo ha mantenido en el transcurrir de los años.
Entre los años 1550, año del establecimiento de los trinitarios, y 1809, año de su abandono definitivo a causa de la invasión de las tropas napoleónicas, el monasterio alcanza su máximo esplendor, en parte gracias a la leyenda del Vaso Santo y sus curaciones milagrosas. Tal es la fama y el renombre que adquiere que es visitado por el propio rey de España, Felipe II.
Después de la guerra de Independencia y de la marcha de la comunidad religiosa, del convento queda poco más que la iglesia, pasando, en 1837, a consecuencia de la desamortización de Mendizábal, a manos privadas que lo utilizan como panteón familiar hasta que en el año 1936, en plena guerra Civil Española es saqueado e incendiado, quedando tan sólo en pie las cuatro paredes de la iglesia.
Es a partir de la guerra Civil cuando San Salvador es presa del abandono y de la ruina total. Tan solo una tímida actuación en la década de los años sesenta, sirve para colocarle una cubierta de uralita a la iglesia, más fruto de la buena voluntad, que de las posibilidades reales, tanto técnicas como económicas de aquellos momentos.
Buena prueba de la veneración que los torrentinos sienten por San Salvador, es el hecho de que en todos estos años de abandono, ni siquiera una vez se ha dejado de celebrar la romería y la Misa en honor a San Isidro Labrador, más si cabe, a partir del año 1949, cuando se subió en procesión desde el pueblo la imagen del Santísimo Salvador después de 140 años de ausencia, escondida en cuevas durante la ocupación francesa, recibiendo culto en otras iglesias después. Siempre esperando el momento del regreso definitivo al lugar que le corresponde, el Altar Mayor de la ermita de San Salvador de Torrente de Cinca.
En el año 1994 se pone en marcha un ambicioso proyecto de restauración que comprende la consolidación de los muros, la colocación de una nueva cubierta, la habilitación para su culto de cada una de las seis capillas laterales y en definitiva, la recuperación para el pueblo de algo tan propio, tan querido, tan torrentino como es San Salvador.
Siendo aceptado y reconocido por todos, hoy disfrutamos en Torrente de un monumento que nos ha permitido recuperar tradiciones perdidas, nos permite celebrar oficios religiosos y nos llena de orgullo.